Latidos de afecto y dulzura gracias por su visita.

martes, 21 de septiembre de 2010

Hermana


HERMANA

Esto que les contare, paso hace muchos años.
Cruzábamos en una lancha, que tenia un motorcito, el caudaloso Río Panuco.
Mi hermana, mi madre y yo.
La brisa fresca del río, nos envolvía.
La espuma de las olas, que se formaban, al arañar la superficie, nuestra lancha, hacia que nos sintiéramos temerarias, y estirábamos la mano, para mojar siquiera la punta de los dedos.
Iban, aparte del lanchero, otras personas, que del pueblo se dirigían al puerto.
En donde mejores trabajos, escuelas, y comercios había.
Iban en búsqueda de todo aquello, que en la orilla norte, del estado de Veracruz, era tan difícil, y caro de conseguir.
Y pensar, que ese mundo de agua, bajo nuestra lancha, era la diferencia entre vivir bien, o mal vivir.
Entre un hospital, o un funeral.
En ese entonces, mi hermana y yo, éramos niñas. Felices y bulliciosas, dichosas por la aventura de pasar ese río.
De ver brillar la luz de sol, en las chispas de agua que nos salpicaban.
Arrodilladas en el asiento de madera, apoyando nuestros cuerpos, en la barandilla de la lancha, de frente al agua.
Jugábamos, a quien podría identificar el color, que en esos momentos se le veía al río.
Mamá, ¿verdad que es verde?
No mamá, ella no sabe, es azul.
Mamá nos dejaba un rato discutir, luego daba fin con un “es azul verde”. Y nosotras:
¡Te lo dije! ¡Te lo dije!
No, ¡te lo dije yo primero!
Mamá, se sentía orgullosa de nosotras.
Vestidas, con las mejores ropitas que teníamos, a sus ojos nos veíamos primorosas.
Nos tenia sujetas, con firmeza, del vuelo de las faldas. Temía vernos caer al agua.
Nos fulminaba con la mirada, nos amonestaba.
Y más y más, fluían de nuestras gargantas, las carcajadas.
Eran cascadas de alegría, que no podíamos contener. Ni poniéndonos una mano, sobre nuestra boca.
Y esos regaños de mamá, que nos sabían a gloria. ¡Niñas, ya no se asomen tanto al agua! Hasta los encajes del chonino se les ve.
¡Vergüenza les debería de dar!
Miren, que si me enojo, ¡no las vuelvo a traer!
Mi hermana y yo, conocíamos bien, el tono de su voz.
En realidad, no estaba enojada, solo quería tranquilizarnos, calmar nuestras ansias de vivir.
Éramos tan pequeñas, que aun, era mucho, lo que teníamos que aprender.
Mi hermana, un poco mayor que yo, saco un taponcito de hule. Al que previamente, le había amarrado un hilito. Y lo hacia brincar, cual jinete sobre las olas.
La envidia, se apodero de mí.
Adiós alegría, un rictus, de, otra vez, soy la menor. A la que no se le ocurría nada.
¿Por qué, no nací primero?
Bueno, ¿Por qué no fui única?
Eso si que seria padre. Todo el amor de mi familia, seria para mí. Santa Closs, reyes magos. Todo, todo, y únicamente todo para mí.
Bueno, decidí, por lo pronto, me conformaría, con ese taponcito, que ella traía.
Le arrancaría el hilito de la mano. Y empiezo el empujarnos.
Ya no había risas, estábamos peleando. Es sorda la batalla.
Calladas, rechinando los dientes. Nos empujábamos, con hombros, codos, con el torso.
No podíamos patearnos en ese momento.
Nuestra madre, platicaba con sus vecinas de asiento; tranquila, por escucharnos calladas.
Olvido, que los ríos profundos, aunque silenciosos, no dejan de ser destructivos.
Son ellos, los que desgarran, las entrañas de nuestra tierra.
Y cayó mi hermana al agua.
Apareció su cuerpo, después de 24 horas, en un recodo, del paso del 106. Hinchada. Con dedos como garras. Tiesa. De un color, que yo no conocía.
Sus ojos, labios y orejas, comidos por los peces y jaibas.
Yo dude, que “eso”, fuera mi hermana.
Mi hermana, de seguro, estaría en el fondo del río. Siendo la mimada, de todos los de ahí. Si para eso, ella se las gastaba.
Estaría jugando con tesoros.
Pero, yo también iría a ese lugar. Ya sabía el camino.
Mas o menos, a la mitad del río. Como no queriendo, me aventaría. Y le demostraría, que yo también, sabía ir al fondo del río.
Pero, mi madre, llorosa, sintiéndose culpable, cuando mucho tiempo después, volvimos a cruzar el río, me apretó tan fuerte, pero tan fuerte, temiendo perderme también, que no me dio la oportunidad, de ir a pelearle, a mi hermana, un espacio para mi.


domingo, 22 de agosto de 2010

Caminante


CAMINANTE

Camino pies desnudos
sobre el filo de una navaja.
El mundo es tan bello.
Y desde las alturas del dolor
lo es más.
El dolor traspasa mis huesos.
Antes venía del exterior.
Hoy del interior.
No hay solución.
Nunca la ha habido.
Sólo caminar y caminar,
Despacio, muy despacio.
No distraerme.
Ni la felicidad ni la tristeza me pueden ayudar.
Creer que existe Dios.
Sobre el filo de la navaja es muy difícil pedir algo.
No puedo llorar.
Las lágrimas no me dejarían ver el camino.
Me acompañan la fe y la esperanza.
Confían en mí.
Por eso sé que tengo vida.

lunes, 28 de junio de 2010

Piedras












PIEDRAS

Avisaste que llegabas,
vana ilusión,
año con año es lo mismo.

Creo en tus palabras.
Me engañas
porque yo acepto que me engañes.

Un día te responderé
ya no me digas que vendrás.

Ya no necesito
la ilusión de tu llegada.

Por fin he madurado.
Deje mi ser infantil
embarrado en las piedras del camino.

Las piedras saben
dar mas amor que tu.

martes, 15 de junio de 2010

Más Allá


Más allá…

Del pensamiento, del sentimiento…

Más allá…

Del yo…

Donde existimos por vez primera…

Donde sentimos por primera vez…

Buscarse en el mas allá, es correr el riesgo de quedarse

flotando en el todo y la nada a la vez.

No buscarse en el más allá de todo, significa renunciar

A quitarse la venda de los ojos.

Significa claudicar, sin siquiera haberlo intentado.

lunes, 3 de mayo de 2010

El Aguila que cae (13) Fin del Tio Urbano


Mi tio siempre decía...de la familia y del sol, entre más lejos mejor.
Así se pasó el tío Urbano la última noche, en que estuvo el cuerpo de su madre entre nosotros.
Se sepultó mi abuelita, y mi tío Urbano desapareció por largos años de nuestras vidas.
20 años después, que se enferma de cáncer en riñones, hígado y pulmones, un cáncer metastático, invasivo y doloroso como pocos y guardó cama por meses.
Su agonía se prolongaba.
Cómo que no podía morir.
El compañero de toda su vida, Luis, no se separaba de su lado.
Se rezaba y se rezaba, y mi tío, ni se componía ni se moría.
Dolores atroces desgarraban su cuerpo y su alma.
Se le llevó a una señora que le rezó, y tomando entre sus manos las suyas, le sugirió invocar a sus antepasados, a los que más lo habían querido, para que intercedieran ante Dios, para que le diera el descanso a su cuerpo o consuelo, tan siquiera que ya no sufriera tan intensos dolores.
Se fué la señora que le rezó.
Estábamos Luis, mis padres, mi esposo y yo en el cuarto de mi tío Urbano, cuando vimos una nube espesa, entrar por una pared del cuarto de mi tío, que recorrió el techo lentamente.
Casi sentía que se podía tocar, pero ninguno de nosotros se movía, y poco a poco, esa nube se acercó a la cama del tío Urbano, y se materializó, permitiéndonos distinguir la silueta de mi abuelita, que le tendió los brazos a su hijo, y del cuerpo de mi tío, una como luz de su boca salió y se hizo una sola con la sombra nebulosa de mi abuelita, y mi tío murió.
En su semblante, había paz.
El, que con todo y con todos siempre se peleó, estaba ya juzgado por Dios.

sábado, 24 de abril de 2010

El Aguila que cae ( 12 ) Ventosas,ayunos y thes amargos



Y por tres días en ayunas le daba una cucharada de aceite de oliva, y le sobaba la panza, con aceite de comer, con una pizquita de sal, en forma circular, alrededor del ombligo, en el sentido de las manecillas del reloj.
Luego, en la cama volteado boca abajo, en la espalda, le aplicaba ventosas del siguiente modo:
En una moneda, colocaba un cabito de vela, muy pequeñito, pegado con la misma cera de la velita, al calentarla y hacer que una gotita cayera a la monedita y aun caliente la gotita, le colocaba encima de la moneda el cabito de vela, prendida.
Ya preparada así, se colocaba sobre la espalda de mi tío, y se tenía un vaso de vidrio vacío listo, de boca ancha, para tapar con eso al cabito de vela.
Lentamente, no esperando a que se apague el cabito de vela, se recorre la espalda, o sea se deslizaba, por toda la espalda.
Al consumirse el aire que estaba dentro del vaso de vidrio, empieza a levantarse la piel de la espalda, que es como sacarle el aire que esta provocando los dolores al cuerpo.
Se debe de ser cuidadoso, de no quemar a la persona.
Cuando ya esta casi lleno el vaso de la piel porque se hace como una especie de montañita, rápidamente se zafa el vaso, haciéndolo para un lado, haciendo que entre aire al mismo.
Quedaba la piel del tío rojita.
En una ocasión me dijo mi abuelita, ponme tú las ventosas, ¡aja! Y por poco y la quemo.
Se me cayó la velita dentro del vaso, y por poco y hago abuelita al carbón.
Me pongo nerviosa, y no sirvo para esos remedios.
Después de las ventosas, le aplicaba aceitito, sobándolo, y luego le jalaba el pellejo, que parecían pellizcones, pero no solo agarraba la piel, sino también parte de la carne y la jalaba para arriba, y la piel tronaba a la segunda vez de pellizcones.
También le daba a tomar un té amargo, como de estafiate, o de simonillo, sino de amargozo, todo en ayunas y calientito, y sin azúcar.
Si algo debía el tío, con semejantes tratamientos lo pagaba.
Mi abuelita le daba pichones guisados, ya sea en caldito o frititos, esas aves no tienen casi carne, son bien resecas, pero dicen que son de mucho alimento. Que nutren más que un pollo gordo, que engruesan la sangre.Será verdad o no, pero el tío empezó a recuperarse, ya bromeaba, con una sonrisita cansada, pero sin su mohín de “me las van a pagar y ni cuenta se van a dar”.
Después de un mes de estar reposando, se fue a su casa, a su trabajo.
Siguió viniendo cada dos o tres años, ya sin pelear y solo se estaba unos días, como por compromiso.
Cuando la abuela murió, se dejó venir y en la noche del velorio de su madre, se puso una papalina, que se soltó a llorar a gritos, como si le aullara a la luna, a medio patio.
No entraba a donde estaba el ataúd de su madre.
Con una botella de vino en la mano, hablando solo, lejos de todos sus hermanos y sobrinos, fiel siempre a lo que decía…

lunes, 12 de abril de 2010

ni ha reintegro llegamos

el número ganador fue el 4673 y el signo fue acuario,así que ni reintegro nos sacamos.

gracias por su atención.

jueves, 8 de abril de 2010

El Aguila que Cae ( 11 ) Apariciones y calamidades



Como a las 11 de la mañana, de ese día despertó.
-Mamá, tengo mucha hambre. ¿Que hay de comer?
-si, hijo, ahorita te sirvo ¿que prefieres esto o aquello?
Estuvo mansito un par de días, platicando poco, lo más durmiendo, pero como no hay pecho que sea bodega, al tercer día, empezó a contar su viacrucis.
Que después de lo maldecido que se fue, puras calamidades le pasaron.
Llegando, chocó su carro.
Luego, una noche, lo asaltaron 2 sujetos, por un callejón solitario, y uno de ellos, por poco le entierra un puñal hasta el mago y nos mostraba la marca del rozón del arma por su espalda.
Que en las noches, una sombra negra veía, y otras noches, se le aparecía su papá, que ya era difunto de mucho tiempo atrás.
Lo peor que le había pasado, fue que después de un baile, al ir por una vía, vio a un caballo pastando, y al voltear la cabeza el caballo, este le habló.
Mi tío Urbano corrió despavorido, tropezando a cada paso con las vías, y un como duendecillo, de no mas de medio metro, se le trepó a la espalda, y por el hombro izquierdo, le iba diciendo groserías, mientras se carcajeaba de él.
Que ese como duendecillo tenia una cara espantosa, que le hacía muecas, le enseñaba la lengua, y que era tan larga ésta, que se la frotaba a mi tío por el rostro, llenándole la cara de una viscosidad, negruzca y fétida, y que la voz de aquel espanto, era gruesa, profunda y amenazaba con seguirlo todas las noches en que mi tío saliera de su casa a divertirse.
Le decía: yo soy tu sombra.
¡Estamos unidos para siempre!
¡Mira que bonita pareja hacemos!
Y mi tío, por esas cosas que le estaban pasando, comía muy poco, dormía mal, y lo poco, poquísimo que lograba deglutir, vómito y hasta soltura le daba.
¡Abrase visto!
¡Todo un caso mi tío!
Bajaba la voz, al relatarnos por todo lo que había pasado.
Que a un señor de edad, le comentó por todo lo que estaba pasando, y el señor le dijo…
Tú algo malo hiciste.
Cuéntame.
Algo hiciste.
Por algo te persigue lo malo.
Mi tío le contó todo, hasta lo de la maldición de su madre.
Aquel señor le dijo, por ahí hubieras empezado.
Fuiste de lo peor, grosero con tu madre.
Vas a pedirle perdón de rodillas, y ruégale a Dios, que la escuche.
Eso que hizo tu mamá, se le dice la maldición gitana.
Dios siempre escucha a los padres, ellos nos corrigen, nos quieren, pero si los hacemos enojar, como tú lo hiciste con tu madre, se corre un gran peligro.
No te dilates, pide permiso en tu trabajo y ve con tu madre.
¡Humíllate! Antes que sea demasiado tarde.
Por eso el tío Urbano llego de día, arrepentido y con un gran cansancio a nuestra casa.
Mi abuelita le dijo, eso es pura sugestión.
Te sentías con remordimientos, pero ya todo pasó.
¡Olvídalo!
Aparte, de que tú has de andar empachado, por eso no te cae nada bien al estomago.
(En la siguiente entrada,
les describiré los barbaros "remedios" que se le aplicaron al "empachado" tío.)

sábado, 13 de marzo de 2010

El Aguila que cae ( 10 ) Regresó humillado



Y el tío Urbano regresó pronto, muy pronto.
A los tres meses de corrido y maldecido por su madre.
Tocó a la puerta, de día, en una tarde de domingo.
Yo abrí, confiada.
Me saludó con un ¡hey tú!
¿Por que pones esa cara? Ni que fuera un aparecido.
¿Donde está mi mamá?
Me hice a un lado del claro de la puerta, y me fui a otro cuarto.
Mi cuerpo temblaba.
No sabía si de miedo, coraje o sorpresa.
Ni siquiera sabía que es lo que yo deseaba que pasara.
Mi abuelita andaba en el patio, y al entrar a la casa, dejó caer el traste que traía en una mano al suelo.
Así de ese modo, fue su impresión de ver a ese hijo, tan mala cabeza, que había vuelto, solo, y con un semblante serio, arrepentido, humillado.
Al verla, se acercó a ella y en lugar de abrazarla, se dejo caer de rodillas y llorando a gritos, le pedía perdón.
¡Perdóneme madrecita!
Se ahogaban sus palabras por las lágrimas, que caían hasta el suelo y agarrado a las piernas de mi abuelita, le suplicaba su perdón.
¡Perdón jefecita!
¡Dígame que me perdona!
¡Necesito escuchar de su boca su perdón!
Y gritando:
¡Perdón madre!
¡Perdón!
Mi abuelita, sorprendida, tomó entre sus manos la cabeza de su hijo, levantó su rostro y le dijo:
Hijo, hace mucho que me arrepentí de lo que te dije.
Por las noches rezo, porque Dios te proteja y cuide tus pasos.
Perdóname tú a mí, por esas palabras de coraje que escuchaste.
Yo te quiero mucho. Si eres también uno de mis hijos.
¡Como no te voy a querer!
¡Levántate!
¡No te raspes!
¡No te ensucies tu pantalón!
¡Mi muchachito!
Anda, ¡levántate!
Y dale un abrazo y un beso a esta vieja, que ha llorado tantas noches por ti.
Y mi tío respondió:
No madre ¡Necesito escuchar que me perdona!
¡Lo necesito escuchar!
Si usted no dice que me perdona, yo no me levantaré de aquí.
¡Madre!
¡Dígalo!
Dígalo, que me perdona.
Dígalo fuerte, ¡que Dios la escuche!
Madre, madre, ¡dígalo!
Y mi tío Urbano, seguía sollozando, fuerte, como solo un hombre lo puede hacer.
Mi abuelita se lo dijo fuerte, recio, casi gritando…
¡Si hijo!
¡Si te perdono!
¡Te perdono de todo corazón!
¡Le pido a Dios que te perdone, que yo ya te perdoné!
Y fue hasta entonces, que el tío Urbano se levantó.
Mi abuelita lo llevó a su cuarto, lo hizo que se acostara y con ternura lo tapó.
Como si fuera muy pequeño.
Lo besó en la frente, en los parpados hinchados de llorar, en sus mejillas sumidas y musitando palabras de aliento, acariciando sus cabellos ralos, el tío por fin, se durmió.
Y durmió el resto de la tarde, como si estuviera muy cansado.
Y durmió toda la noche.
Y yo en suspenso.
Y la abuela trabajando, haciendo el desayuno al otro día, para su hijo que había vuelto.
Caminábamos como en puntillas, no queriendo despertarlo.
Nos mirábamos abuelita y yo, expectantes, pero no nos atrevíamos a hablar.
No fuera que el tío Urbano se despertara, y nos escuchara murmurar.

domingo, 7 de marzo de 2010

El Aguila que cae ( 9 ) Cuando una madre maldice a su hijo



Después de 2 años del desaguisado, se apareció mi tío Urbano, tan fresco como una lechuga.
Para entonces, trabajaba yo en la ciudad cercana al rancho, y estudiaba en las tardes.
Pudiera decirse, que a mis 17 años, me mantenía.
Pero seguía viviendo con mi abuelita.
Me encantaba llevarla a cenar, comprarle cosas, era muy feliz yo.
Y que cae el tío Urbano, como siempre, a altas horas de la noche, casi de madrugada, con su estruendo, el muy sinvergüenza.
Y que se arma la de Dios es Padre, en nuestra casa.
Mi abuelita, se la tenía guardada.
A ver hijo, ¿Por qué hiciste eso?
¿Qué cosa mamá?
Desgraciar a la Chepa.
¿Cuál desgraciar? ¡Si ni la toqué!
Y con su sonrisita del demonio, si ella sigue siendo señorita, bueno, si es que algún otro, no la ha tocado ya.
Pero hijo, ya la desgraciaste.
Para que te casabas con ella, si ni la querías, y de pilón, hasta por la iglesia.
Ya no se puede casar con otro.
Ahora sí, que “te cagaste en la madre de Judas”.
¿Por qué lo hiciste?
-Para que todos supieran que ya me había casado.
Para tener quien me hiciera el quehacer a mí, y a Luis, es muy difícil conseguir que alguien haga la limpieza de la casa.
Yo no sé porque la Chepa no aceptó.
Tendría todo, casa, carro, dinero, y el respeto de un hombre, con una reputación como la mía, de alguien que por tantos años se ha dedicado a la enseñanza.
No mamá, la Chepa, no lo supo agradecer.
¿Y como la escogí a ella?
Tantas que se me ofrecían, pero como se veía tan trabajadora.
Me equivoqué.
¿Ahora que quiere que haga mamá?
Si hasta lloré por todo lo que me rompió.
A ver, eso si no le importa, como a su hijo esa vieja le rompió todas sus cosas.
Y dice que me quiere mucho.
Y está abogando por la Chepa.
Como si le importara más ella.
A ver, dígame mamá, que quiere que haga para ponerla contenta.
A ver, sonría, vengo desde lejos, y usted con esa cara.
Si ya pasaron dos años, y ya corrió mucha agua bajo el puente.
Bueno hijo, siquiera paga un abogado y divórciate.
Deja libre a la Chepa, ella no tiene dinero para andar con abogados.
Así, aunque sea por el civil, algún día podrá volverse a casar.
Dale algún dinero, como pensión, mientras se vuelve a casar.
¡Ayúdala hijo! Aquí ha caído en desgracia.
¡Y todo por culpa tuya!
Has eso hijo por tu madre vieja, ¡que te lo implora!
No te pido para mí nada, dáselo a la Chepa.
Me remuerde la conciencia, pensar que un hijo mío, causó ese daño tan grande.
¡Anda hijo! Dale ese gusto a tu madre.
-Madre, no me pida imposibles.
¡No me divorcio, y no me divorcio!
Siento bien bonito que todos mis compañeros de la escuela, sepan que estoy casado.
Que los padres de familia, se sientan a gusto, con un hombre que su mujer abandonó; pero que espera que algún día regrese su esposa arrepentida.
Me ven con simpatía, hasta siento que hace mucho, que lo hubiera hecho.
No madre, yo no me divorcio.
Y si la Chepa pide el divorcio, ¡sangre le va a costar!
Que pague todo.
A ver como le hace.
Tenía muchas ganas de casarse, pues ahora que se aguante.
Y de que le dé un dinero a la Chepa, olvídelo; si lo quiere y lo necesita, que vaya a la casa, y lo desquite.
Mi casa tiene las puertas abiertas, de par en par, para la Chepa.
Aún es mi esposa, y lo será hasta que yo me muera.
-¡Pero que desgraciado eres!
¡Si no querías mujer, para que te casabas!
Si eres feliz con ese joven; otra vida que has mancillado, como te atreviste a recibirlo en tu cama, cuando aún tenía doce años de edad.
¡Tú no tienes perdón de Dios!
-Mire madre, no se equivoque.
No hay nada malo entre él y yo.
Si es cierto, nos queremos mucho, pero no hay nada de maldad en ello.
Además, es él único que me aguanta como soy.
Calladito, calladito, así me gusta que sea.
El hace todo lo que yo le diga.
Nunca me contraría.
Cuida de mis cosas, hace de comer, sabe mis gustos.
Como cree que lo iba a correr.
-Mira hijo, de ese tipo de relaciones que sospecho, no me espanto.
Ya estoy curada.
De lo que está lleno el mundo, desde que es mundo.
Lo que me molesta, es tu manera de hacerlo.
Quieres cantar y chiflar al mismo tiempo en la procesión.
Eres como el perro de las dos tortas, ni comes ni dejas comer.
Porque no dabas la cara y decías la verdad.
No eres el primero ni serás el último, con esos gustos.
Solo Dios sabe, porque eres así.
No te juzgo por eso.
Lo que yo repruebo, es que le mintieras a Chepa, y a mí, ante un altar, algo tan sagrado, lo agarraste de tu burla.
A todos nos mentiste.
Nadamás a eso viniste a este rancho.
Por tantos lugares que has andado, tenías que venir aquí a hacer tu cochinero.
Y que abusaras de la necesidad de un niño de doce años.
Eso sí que me ha destrozado el corazón.
Yo nunca te insistí ¡cásate!
Ya mis otros hijos están casados, y nietos tengo de a montón.
Ni modo que dijeras mi mamá me empujaba al matrimonio.
Lo hice por complacerla.
No hijo, tu estás muy mal.
Y no quieres remediar, aunque sea, en una minima parte, por todo lo malo que has hecho.
-Mire mamá, no me juzgue.
A ver, como yo no la juzgo.
-¿Y qué me tienes que juzgar tú a mí?
- A ver, esta chamaca, y me señaló a mí, ¿durante cuantos años han dormido juntas?
Ahí sí que no dices nada.
Es la misma cosa entre Luis y yo.
Y entonces, mi abuelita, llorando, con un dolor muy grande reflejado en su rostro de madre le gritó:
¡Eres un men… perro infeliz!
¡Cómo te atreves decirle eso a tu madre!
Como comparas la relación entre una abuela y su nieta con lo que tú haces.
Óyelo bien, hijo, con gran pesar te digo:
¡Has de sentir el frío del acero!
¡Maldito seas! Por lo que me acabas de decir.
¡Maldito seas, y todo lo que te rodea!
¡Y no te quiero ver nunca más!
¡Vete de mi casa, y no vuelvas jamás!
Y abriendo la puerta, que daba a la calle, gritaba mi abuelita.
¡Vete!
¡Lárgate, lárgate, infeliz!
Y el tío Urbano salió, empujando a su madre, que casi la tumba.
Con su vena de la frente, más gruesa y latiéndole como si fuera a reventársele del coraje.
Afuera de la casa, escupió, y mirándonos dijo.
¡Y todo por ésa! Y me señalaba.
Yo en toda la discusión, callada estaba.
Mi abuelita, siempre me decía, no opines, no hables, no comentes, no le cuentes a nadie lo que pase en nuestra casa.

Menos a tus padres, porque te recogerían, y yo quedaría muy sola.
Pero también me decía, si quieres irte, vete, eres libre de hacerlo.
Yo no me enojaría contigo, tu tío Urbano no vive con nosotras, pero cuando viene es un ciclón de maldad.
Ni quien lo aguante.
Sólo yo, que soy su madre, lo soporté por tantos años, pero esto fue la gota que derramó el vaso de agua.
Y temblaba su cuerpecito de ancianita, sus manitas frías del coraje.
Su corazoncito latía entre el miedo y el despecho, la desilusión y la gran pesadumbre que un hijo así, provoca en su madre.
Y yo la abrazaba, y en ese abrazo quería, no solo darle mi amor sino que sintiera también que yo la apoyaba, la protegía, la cuidaba.
-No abuelita, yo nunca me iré de su lado.
Nunca la dejare sola.
Ya conozco al tío Urbano.
Pasaran un par de años para que regrese.
Ya tendré casi los 20 años.
No abuelita, mientras usted viva, yo callada estaré.
No quiero ocasionarle problemas.
Pero eso sí, cuando usted falte, me va a oír el tío Urbano.
Ha de pensar que no sé hablar, pero ya no le tengo miedo.
Eso sí, no le prometo abuelita, respetar al tío Urbano.
El respeto se gana.
Y el tío Urbano, ya me lleno el buche de piedritas.
Pero no se apure abuelita.
No me iré de su lado, y no le diré nada a nadie.
Y el tío Urbano, para mí, como que no existe.
Ande, abuelita, vamos a ver que hacemos para desayunar.
¡Mire, que ya se nos amaneció!
¿A poco nos vamos a amargar?
Y yo sentía, como las lagrimas bajaban de mis ojos de manera interna, se me pasaban por atrás de la nariz, llegaban a mi garganta, y me las recibía el estomago.
Como era posible eso, no lo sé.
Yo sonreía a mi abuelita, la abrazaba, y la mimaba.
No lloraba por fuera.
Pero esas lagrimas internas, amargas, sólo ésa vez, las sentí.
Y el tío Urbano regresó pronto, muy pronto.

(a la otra entrada les platico las consecuencias para el tio Urbano de la maldición de su madre )

domingo, 28 de febrero de 2010

El Aguila que Cae ( 8 ) El porqué de los porqués una mujer huyó de su hogar.



Vino, y le dijo a mi abuela, que su hijo, nomás no quería saber nada de mujer.
Que en su Luna de Miel, en el día, era meloso con ella, educado y fino, que donde quiera la llevaba a pasear, y le compraba lo que ella deseara. Casi nadamás, con una seña de la cabeza de la recién casada, con eso ya se lo compraba.
Pero en las noches, el tío Urbano, se embarraba todo el cuerpo de cremas, y al querer abrazarlo, se le safaba, era como querer atrapar a un pescadito.
Y el tío Urbano, reía, y le decía : ya mañana, ya mañana me atraparas.
Al llevarla, a lo que sería su nuevo hogar, que estaba en una ciudad retirada a una hora del poblado, donde el tío Urbano tenía sus dos plazas de maestro, le salió, con la novedad, de que vivía con un joven de 18 años, al cual mantenía y le daba estudios.
Que vivían juntos, desde que ese joven tenía doce años de edad, que fue su alumno de primaria; y como tenia problemas con su familia, pues mi tío se lo llevo a vivir con él.
Que era una relación de lo más limpia y casta, que el juraba y prometía que no había nada de malo en esa relación.
Pero que mi nueva tía, tendría que dormir, con los dos varones en una misma cama.
¡Pero cómo! Yo no podía creerlo.
Si mi tío tenía todo, con su doble plaza de maestro, ya hasta prestamista se había vuelto, y con unos solares, porque deudas había cobrado, bien cobradas.
Como no iba a poder comprar otra cama.
Y mi nueva tía, la Josefa, la Chepa, que le rogaba que por favor se arreglara eso de algún modo.
Y el tío, ¡no! Luis, que así se llamaba el joven, no se va ni de la casa, ni de mi cama.
Tú llegaste después.
Acomódate donde puedas.
Aquí nada te faltará.
Mi tía Chepa, solo aguantó dos meses, dormir ella en el piso de la sala, y sola.
Mejor lo abandonó, pero antes, al tío le rompió todas sus cosas.
Algunas se las tijereteo con coraje.
Atrás de su casa, por una ventana, se veía pasar un drenaje, un desagüe a cielo abierto, pues en ese canal que tenía una profundidad de unos 6 metros en relación a la casa de mi tío, lo que pudo, se lo aventó.
Y se vino la Chepa al rancho.
Se regresó a casa de sus padres, a ser la burla de todos los del rancho.
A aguantar criticas, que a lo mejor, ya no era “quinto”, que por eso el profesor la rechazó.
Que si “sé comió el mandado” con el lechero, que la “torta antes del recreo” con el panadero, y para todos, la Chepa, era la pagana.
Pues como le iban a creer su historia, que contó entre sollozos a unos cuantos.
Aunque se propagó como reguero de pólvora, por el rancho, nadie le creyó su versión.
Si al profesor, no se veía por ningún lado lo amanerado.
Nunca trajo aventuras raras en el rancho.
A que Chepa, tan mentirosa.
Y como ella, fue de bailes, novios por montón, que ha tantos rechazó, ahí fue la oportunidad de muchos, de pisotear su orgullo.
¡Ay! ¡Chepa! Como juzgamos rápido y con las vísceras.
Después de 2 años del desaguisado, se apareció mi tío Urbano, tan fresco como una lechuga...


(y luego les platico cómo le fue con su mamá, que era una persona muy recta y derecha,que le decía a las cosas por su nombre,sin ofender, pero precisas,sin rodeos ).

martes, 16 de febrero de 2010

El Aguila que Cae ( 7 ) boda



Después de años, en una visita de mi tio, preguntó por la Senobia, que qué se había hecho, porque ya quería casarse el. Y ya que la Senobia, en muchas ocasiones, lo anduvo buscando, ahora sí mi tío, quería un hogar formar.
Con boda y todo.
Mamá, ¿Dónde localizo a la Senobia?
¿Todavía vive donde mismo?
Pero hijo, si ya se casó, y hasta hijos ya tiene.
Hasta cuando te dio la punzada de casarte.
Y la Senobia, tan bonita muchacha, decente y trabajadora.
¡Como la dejaste ir!
Te rogó y te rogó.
Pero tú, en un pedestal te subiste, y ya ves, no faltó un valiente que un hogar le ofreció.
No mamá, no se apure.
Ni que fuera la única mujer.
Hoy pienso durar unos dos meses, todas mis vacaciones las pasare aquí.
Ya verá, mamá, como ahora si me caso.
Pero hijo, uno se casa por amor.
No sólo por el temor de quedarse solo.
Como dice el dicho:
No se trata de compartir casa, dinero, posesiones.
Se trata de querer, amar, de convivir.
Y para mí, que tú ya te acostumbraste a vivir solo.
No mamá, téngame paciencia.
También tengo mi corazoncito. (ver foto)
Y anduvo el tío en bailes, reuniones, con ésa su sonrisa de darme escalofríos.
Una vez, con esa sonrisita, a un sobrinito nuestro, muy pequeño aún, le dio un “algo”, como de cajeta dura, envuelto en un papel de dulce de fábrica; el tío maldoso, le había quitado la golosina original, para en su lugar, poner “un qué se yo”, como si fuera una pequeñísima nuez.
Yo veía, oía y callaba.
Oprimida por años y años.
Y que encuentra incauta.
Debo decir novia.
La fue a pedir.
Padrinos aparecieron al vapor.
Todos se apuntaban.
Por fin se casaba el profesor.
El más cotizado, de los alrededores.
Hubo baile de boda, en un salón de lo más mejorcito, en el ranchito.
Luna de Miel en la capital, por una semana.
De regreso a su hogar, donde mi tío Urbano, ya tenía de todo, nada le faltaba.
Hasta un proyector de cine tenía, y les hablo de hace 40 años, cuando era un lujo, un súper lujo; de esos que ocupaban unos carretes grandes, que parecían, por lo grande, ruedas de bicicletita.
Y a los dos meses exactos, que se regresa la flamante esposa al rancho.
Que ya lo había abandonado.Vino, y le dijo a mi abuela, que su hijo...(continuará)


Bueno,¿ ustedes que creen que pasó para que la flamante esposa saliera huyendo ?

jueves, 11 de febrero de 2010

El Aguila que cae ( 6 )



El cuarto de mi tío se clausuró con un candado.
Y todas las cosas de él, que no cupieron, como un librero, o unas sillas nuevas, o sus baúles, con material educativo, se colocaron en un rincón de la sala.
Pasábamos al lado de sus cosas, como si no existieran.
Después de 2 años, volvió.
El librero se apolilló, los libros se echaron a perder.
Caminos y caminos secretos las polillas hicieron, tal vez intentaban aprender a leer.
Las sillas se oxidaron, a pesar de estar tapadas, con trapos viejos.
Las telas de las sabanas nuevas, y colchas, agarraron un color amarillento, en las orillas, más el olor a la alcanforina, que mi abuelita, les colocó.
Eran como unas caniquitas, de color ceroso, claritas, y después de un tiempo, que dizque son para ahuyentar a la polilla, ¿y si se las comen las polillas? Porque luego, se evaporan, y nada de alcanforina encuentras ya.
Y mi tío se enojó.
-¿Por qué no usan lo que compro?
A ver, con lo que me sacrifico.
No hijo, tu eres muy delicado.
Que si se manchan, que si se oxidan, que porque se rayó ese peltre.
Así, ni quien te agarre tus cosas.
Ahí están, son tuyas.
Considéralas en bodega.
Ahora, que si no te gusta eso, pues llévatelas a tu casa.
Ya tienes casa, me lo has dicho al llegar aquí.
Llévate lo de valor.
Y lo que ya no quieras, tíralo.
Prefiero eso, a estar discutiendo.
Y mi tío, me miraba a mí, con aquellos ojos felinos, culpándome de la situación, sin pronunciar palabra.
Su carita pequeña, mejillas hundidas, chupadas, la piel de todo su cuerpo, marcado por manchas de acne, que a pesar de ser tan moreno, se le notaba.
Cuando estaba pequeña, me ponía a sacarle los barros y espinillas, de su cara y pecho.
También me enseño, a quitarle, los vellos de su barba, con unas pinzas.
Que porque así, duraba más sin barba.
Que eso era mejor, que rasurarse.
Mi abuelita, cuando nos vio en esas prácticas de embellecimiento, nos regaño a los 2.
A mí, por muy obediente.
A mi tío, por ocuparme, en sus labores de depilación.
Quien entiende a los mayores.
Todos mandan lo que quieren.
Todos pueden mandar.
Mi tío era muy atildado en su modo de vestir, en su presentación personal.
Dejaba un rastro de perfume, por donde quiera que pasaba.
Y para vestir de lo mejor.
Al salir del baño diario, o si iba a salir algún lado de importancia, hasta varias veces por día se bañaba, se secaba bien los pies, y se ponía talco, que hasta parecían empanizados.
Igualmente empanizaba su torso y espalda.
Crema abundante en las manos, y en su rostro.
Perfume en su cuerpo, y ropa.
Alhajas, no se diga.
Y de común, las tenía en un líquido limpiador, para que brillara más el oro.
Los zapatos, bien boleados, sin mancha de polvo; el peine, yo tenia que tenérselo muy limpio, del diario debía lavárselo con cepillo y jabón.
Y todos esos gastos, hacía, pues para que tenia 2 plazas, y ningún compromiso con nadie.
Si a su madre, nunca un cinco le dió.
Ni un centavito, nomás para no dejar, siquiera para un refresco.
Le decía, jefa, para que le doy, sé que usted, gana lo suyo.
Para ponerse su ropa, se subía a la cama, para que no se le revolcara ni arrugara.
Y la raya del pantalón, le tenía que quedar, exactamente, apuntando a su dedo gordo, de cada pie.
Si no daba a ese lugar, la señal de la raya del pantalón, se lo quitaba, lo hacia bola con coraje, y lo aventaba al piso.
Pues así era, y así se vestía el tío Urbano.
Impecable.

lunes, 1 de febrero de 2010

El Aguila que Cae ( 5 )



Mi tío, en otras ocasiones, traía tepalcates.
Pedazos de vasijitas, con dibujos, unas pintadas con color ocre, otras con dibujos remarcados como con chuchillo, o con grecas.
Yo me dí el lujo de acariciarlas, así como las puntas de pedernal, que eran creo las que se ocupaban para cazar, hace cientos de años atrás.
Unas eran verdes, con las orillas, como con muescas, eran como el fondo de las botellas de vidrio grueso, de las botellas de vino.
Pero no dejan traslucir tan fácil la luz.
También trajo caritas, molcajetitos, pero mi abuelita, le llamó la atención.
Le dijo, te llevas todo eso de aquí.
No quiero problemas.
¡Ay! Mamá, con el tiempo van a valer mucho.
Y mi abuelita… ¡y a mí que! Yo ya no voy a estar.
Estoy ahorita, y en la cárcel, no quiero pasar mis últimos días.
Pero mamá, si me los mandan los padres de mis alumnos.
Un día llegó uno con una carita de esas, y yo le dije, que bonita está.
Y seguido me las llevan, cuando no es uno, es otro el alumno que llega con esos presentes.
No estoy robando, yo no las voy a sacar de ahí, creo que es un cementerio de mucho tiempo atrás, pero ni siquiera me han dicho, de que lugar exacto las sacan.
Donde estoy actualmente trabajando, no hay ruinas arqueológicas visibles.
Ninguna autoridad, sabe de los hallazgos.
Anda mamá, no seas mala.
Guárdalas en tu casa.
Luego, que me cambie de comunidad, en otro lugar alejado, entonces, me las llevaré.
-Mira, te las llevas, y no se hable más del asunto.
-Pero mamá, si pesan como piedras.
-Pues piedras son, ¿pues que creías?
¿Qué porque tienen cientos de años, dejaban de ser piedras?
¿O dejaban de ser de barro?
¡Te las llevas, y ya!
Yo estuve tentada, de quedarme con una carita, o de perdis, con una punta de lanza, pero mi tío me daba miedo.
Todo lo suyo lo tenía contabilizando, y observaba si uno le movía algo del lugar donde lo había dejado.
Decía, aquí alguien me anduvo moviendo.
Aquí alguien descompuso esta lámpara.
Aquí, alguien rompió el tapón de mi perfume.
Y como solo viven en esta casa, mi mamá y tú, señalándome…
Por conclusión, tú eres la causante de todo lo malo, que ha pasado aquí.
Tú, no hay nadie más a quien echarle la culpa.
Tú, mira a tu alrededor, ¿ves acaso a más niños, ves más personas?
Manos de lumbre tienes tú.
Manos de estomago, todo haces cagada.
Ni modo que mi mamá, descomponga las cosas.
Tan cuidadosa que es ella.
Intervenía mi abuelita. Si hijo, sí fui yo.
Deja a la niña en paz.
No es cierto mamá, fue esa mocosa.
Yo no sé porque no se la entregas a mi hermana.
Que se la lleven.
Que se quede con sus padres y hermanos.
Si ella tiene un hogar.
Yo no sé que hace aquí.
-Me acompaña, y yo la quiero aquí.
Mira, no te metas con la niña.
No me hagas enojar.
Y se iba por 1 año, por 2 años, y luego volvía con sus anécdotas.

domingo, 24 de enero de 2010

El Aguila que cae (4)



En otras ocasiones, mi tío Urbano llegaba con costales de los productos que había donde el trabajaba, como vainas de vainilla, semillas de calabaza, o habas, garbanzas, lentejas, nopales, biznagas, tunas, etc.
Las habas las llegué a odiar.
Mi abuelita, no las iba a tirar nadamás porque si.
Que ha Dios, no le gusta, que se desperdicie la comida.
Así, que comíamos habas guisadas como sopa, en tortitas, como pozole, doradas en el comal con sal, o con chilito, habas y más habas.
Ya el sólo olor de las habas, hacía que me saliera vomitando de la casa.
Ahora, ya de vieja, he vuelto a comer habas, me encantan, pero no de todos los días.
Las como, porque sé que son muy nutritivas, contienen mucho hierro, y proteínas, son necesarias en nuestra nutrición.
En la siguiente visita, mi abuelita le dijo a mi tío…
Tráeme una bolsita, un costalito, con un poquito de cada cosa de las que hay allá, y nada más.
Las habas, las tuve que tirar, se picaron se agorgojaron, por mas que repartí, entre personas conocidas.
No es bueno, que traigas tanto.
-Pero mamá, si no acepto sus presentes, se ofenden.
Pues haber como le haces, pero a mí ya no me traigas tanto.
Es una lástima que se tenga que tirar, es un pecado.

martes, 19 de enero de 2010

El Aguila que cae ( 3 ra. parte )



Mi tío duraba largas temporadas para venir.
A veces, mas de 2 años, y nunca escribió una carta a su madre.
Menos a mí.
Riendo, decía, que para qué.
Que las malas noticias volaban, y que si algo le pasaba, pronto lo sabríamos.
Yo lo sentía por su madre, que por las noches, se le iba el sueño, tratando de adivinar, como estaría su hijo ausente.
Llegaba de sus largas desapariciones, haciendo mucha alharaca.
En la madrugada, golpeando con un palo, puertas y ventanas.
En un movimiento envolvente, como diciendo piedras, maderas, laminas, y todo cuanto existe en este lugar, noten que yo ya llegue, que he regresado.
Nos levantábamos sobresaltadas, y con gusto a la vez.
Mi tío, mi tío Urbano.
Que historia nos contaría esta vez.
Como áquella, de una comunidad muy humilde, retirada de toda civilización, situada detrás de una lomita, que estaba situada detrás de otra loma, que ni las frecuencias de radio llegaban a esta zona.
Y el agua, a veces, la tomaban de los charcos que se hacían por las escasas lluvias, que solo ponían un pañuelo en el suelo, para que fuera como un filtro a los insectos, que hubiera en esa agua estancada.
Tan a ras del suelo, estaban esos charcos, que ni un pocillito cabía ahí.
En ese punto, lo quisieron tanto, por ser tan trabajador, aplicado en la enseñanza de las letras, que el personaje principal, le ofreció grandes extensiones de tierra, construirle su casa, regalarle a una hija, esa persona tenia 8 hijas, así que mi tío podría escoger edad, belleza y carácter a su gusto.
Cualquiera aceptaría, por obligarla el padre, y porque un maestro, era idealizado, en algunos lugares apartados del país.
Ese padre de 8 hijas casaderas, y responsable de toda una comunidad, sólo le pedía a mi tío, a cambio de todo lo que le ofrecía…
No se vaya profesor.
No nos deje.
Nadie había durado, lo que usted duró.
Pero mi tío, no quiso aceptar.
Y los de esa comunidad, lloraron, cuando mi tío logró, su traslado a otra comunidad, un poco más cercana, a las grandes poblaciones.
Ya me lo imagino, de acuerdo a sus narraciones, saliendo con una par de mulas, en una iba él, y la otra cargada de parte de sus pertenencias.
De esas mulas, que contaba él, que hasta los cochinos, les daban alcance, y las sobrepasaban.
La mula es parsimoniosa, y si no quiere apurar el paso, aunque la agarren a palos.
Y si se enoja, pues se echa y listo.

miércoles, 13 de enero de 2010

CADENA DE ORACION POR JESSI

Unidos en la Fe, pedimos por la salud de Jessi,una peke que se ha ganado nuestro corazón.

La Cadena de Oración está encabezada por Christian,Sandra,Gata Coqueta, Aire de Alhena y muchos más

blogueros que queremos mucho a Jessica, y pedimos a Dios por su restablecimiento.


Pido que se cumpla lo que dice la Biblia en Deuteronomio 7:15

Y QUITARA JEHOVA DE TI TODA ENFERMEDAD.

Los invito a unirse a esta gran cadena de oración de la familia bloguera.

martes, 5 de enero de 2010

El Aguila que cae ( 2 da. parte)





Mi tío también hizo jaulas grandes, de tela pollera, del entramado de orificio pequeño, donde criaba infinidad de pajaritos, de los cotorritos australianos, y les tenía sus divisiones para que no se pelearan.
Tenían sus niditos, y comían alpiste.
En jaulas individuales, tenia gorriones, los del pecho amarillo, unos cardenales, y de otros pájaros, que ya no recuerdo su nombre.
Mi preferido, por siempre es uno que tiene el plumaje feo, grisáceo.El pajarraco es grande.
Come mosco seco, revuelto con plátano.
Pero que bonito canta.
Gorjea su pecho, que sube y baja al ritmo de la melodía que interpreta.
Es de clima frío.Pero mi abuelita, logró que viviera por largo tiempo.
Al final, cuando regalo los australianos, porque eran muy prolíficos; y se murieron los cardenales, y se huyeron los demás pájaros, como los gorriones, nos quedamos solo con el jilguero.
Pero valía, lo que todos los pájaros juntos.
Sus melodías son muy variadas, su canto es fuerte, es fácil que sea oído a lo lejos.
Si hacia mucho calor, como en mayo, nuestro pajarito tenia su abanico, solo para el.
Y lo agradecía, (como el podía) cantaba y cantaba.
Y nos quedamos con solo un pájaro porque mi tío consiguió su plaza de maestro, lejos, a 16 horas de camino, en autobús.
Y mi tío era el de los cuidados de todo cuanto estaba en la casa

.
El todas las criaturas,los gatos,patos,pollos,perros,pájaros,puerquitos y plantas, las había traído, las criaba, las mimaba.
Y al irse él, pues todo también empezó a agarrar camino.
De un modo, o de otro.
Todo se fue esfumando.
Las plantas, los animales, los seres vivos, son muy sentidos.
Resienten el cambio de dueño.
Por eso dicen que el que se muere, nada se lleva, pero nada deja.

Portada del libro " Pueblo Viejo"

Portada del libro " Pueblo Viejo"
Laguna de Pueblo Viejo Veracruz