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martes, 21 de septiembre de 2010

Hermana


HERMANA

Esto que les contare, paso hace muchos años.
Cruzábamos en una lancha, que tenia un motorcito, el caudaloso Río Panuco.
Mi hermana, mi madre y yo.
La brisa fresca del río, nos envolvía.
La espuma de las olas, que se formaban, al arañar la superficie, nuestra lancha, hacia que nos sintiéramos temerarias, y estirábamos la mano, para mojar siquiera la punta de los dedos.
Iban, aparte del lanchero, otras personas, que del pueblo se dirigían al puerto.
En donde mejores trabajos, escuelas, y comercios había.
Iban en búsqueda de todo aquello, que en la orilla norte, del estado de Veracruz, era tan difícil, y caro de conseguir.
Y pensar, que ese mundo de agua, bajo nuestra lancha, era la diferencia entre vivir bien, o mal vivir.
Entre un hospital, o un funeral.
En ese entonces, mi hermana y yo, éramos niñas. Felices y bulliciosas, dichosas por la aventura de pasar ese río.
De ver brillar la luz de sol, en las chispas de agua que nos salpicaban.
Arrodilladas en el asiento de madera, apoyando nuestros cuerpos, en la barandilla de la lancha, de frente al agua.
Jugábamos, a quien podría identificar el color, que en esos momentos se le veía al río.
Mamá, ¿verdad que es verde?
No mamá, ella no sabe, es azul.
Mamá nos dejaba un rato discutir, luego daba fin con un “es azul verde”. Y nosotras:
¡Te lo dije! ¡Te lo dije!
No, ¡te lo dije yo primero!
Mamá, se sentía orgullosa de nosotras.
Vestidas, con las mejores ropitas que teníamos, a sus ojos nos veíamos primorosas.
Nos tenia sujetas, con firmeza, del vuelo de las faldas. Temía vernos caer al agua.
Nos fulminaba con la mirada, nos amonestaba.
Y más y más, fluían de nuestras gargantas, las carcajadas.
Eran cascadas de alegría, que no podíamos contener. Ni poniéndonos una mano, sobre nuestra boca.
Y esos regaños de mamá, que nos sabían a gloria. ¡Niñas, ya no se asomen tanto al agua! Hasta los encajes del chonino se les ve.
¡Vergüenza les debería de dar!
Miren, que si me enojo, ¡no las vuelvo a traer!
Mi hermana y yo, conocíamos bien, el tono de su voz.
En realidad, no estaba enojada, solo quería tranquilizarnos, calmar nuestras ansias de vivir.
Éramos tan pequeñas, que aun, era mucho, lo que teníamos que aprender.
Mi hermana, un poco mayor que yo, saco un taponcito de hule. Al que previamente, le había amarrado un hilito. Y lo hacia brincar, cual jinete sobre las olas.
La envidia, se apodero de mí.
Adiós alegría, un rictus, de, otra vez, soy la menor. A la que no se le ocurría nada.
¿Por qué, no nací primero?
Bueno, ¿Por qué no fui única?
Eso si que seria padre. Todo el amor de mi familia, seria para mí. Santa Closs, reyes magos. Todo, todo, y únicamente todo para mí.
Bueno, decidí, por lo pronto, me conformaría, con ese taponcito, que ella traía.
Le arrancaría el hilito de la mano. Y empiezo el empujarnos.
Ya no había risas, estábamos peleando. Es sorda la batalla.
Calladas, rechinando los dientes. Nos empujábamos, con hombros, codos, con el torso.
No podíamos patearnos en ese momento.
Nuestra madre, platicaba con sus vecinas de asiento; tranquila, por escucharnos calladas.
Olvido, que los ríos profundos, aunque silenciosos, no dejan de ser destructivos.
Son ellos, los que desgarran, las entrañas de nuestra tierra.
Y cayó mi hermana al agua.
Apareció su cuerpo, después de 24 horas, en un recodo, del paso del 106. Hinchada. Con dedos como garras. Tiesa. De un color, que yo no conocía.
Sus ojos, labios y orejas, comidos por los peces y jaibas.
Yo dude, que “eso”, fuera mi hermana.
Mi hermana, de seguro, estaría en el fondo del río. Siendo la mimada, de todos los de ahí. Si para eso, ella se las gastaba.
Estaría jugando con tesoros.
Pero, yo también iría a ese lugar. Ya sabía el camino.
Mas o menos, a la mitad del río. Como no queriendo, me aventaría. Y le demostraría, que yo también, sabía ir al fondo del río.
Pero, mi madre, llorosa, sintiéndose culpable, cuando mucho tiempo después, volvimos a cruzar el río, me apretó tan fuerte, pero tan fuerte, temiendo perderme también, que no me dio la oportunidad, de ir a pelearle, a mi hermana, un espacio para mi.


Portada del libro " Pueblo Viejo"

Portada del libro " Pueblo Viejo"
Laguna de Pueblo Viejo Veracruz