A mi lado, iba mi amiga anciana.
Mi amiga, doña Silveria, mi amiga que por casi 20 años fué como una madre para nosotros.
¡Como la extraño!
Tenía 77 años de edad, y se tenía que ir ya.
En ese camino de luz, yo sabía que iba a mi lado, al lado derecho de mí.
No la veía.
Ni siquiera un sombra veía de ella, ni un destello de luz; no sentía ni frío ni calor con su presencia.
Solo sabía que íbamos juntas en ese camino de luz.
Mi cuerpo, o mi esencia más bien, sentía como se llenaba de felicidad, de dicha, al recorrer ese camino.
De los pies a la cabeza, a través de “cada poro”, de cada “célula”, de mi “existencia”, estaba la “esencia” de un amor absoluto.
Como si todas las respuestas estuvieran al final de ese camino.
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Noches de luna ll...
Hace 13 horas
De esto podriamos hablar po horas y horas y horasssss.
ResponderEliminarPuede que algún día sea posible.
Un abrazo.
Ambar.