Emma amaneció un día tirada en el piso, con traumatismo craneoencefálico.
Nadie se sorprendió, ya se veía venir. Si del diario se caía de la cama, que si era muy inquieta, que si los plásticos que protegían el colchón hicieron que se resbalara. Emma ya no despertó.
Tita se casó con el viudo, Jacinta completaba el trío.
Después Tita le vendió a precio regalado la mitad del patio a un primo, que apareció de la nada.
El construyó al fondo de ese solar una casa pequeña, y de día y de noche llegaban personas, con ése señor, que porque arreglaba aparatos electrónicos.
En una ocasión Sarita, le llevo a arreglar una televisión, pasaba el tiempo y nada que se la entregaba, entonces Sarita decidida, se pasó por el patio, hasta el fondo a reclamar lo suyo.
Y ve que el señor tenía un altar con trapos rojos y negros, velas y párele de contar. ¡Que era brujo!
Y el señor, ¡pero vecina!
Mire Sarita, yo a nadie le hago daño con mis creencias, si sienten alivio y me recomiendan, ¡es pura suerte!
Sarita salió huyendo de ahí, con su tele en brazos.
Al paso de los años, murió Jacinta, el esposo de Tita, el brujo, y solo quedó Tita, sola como huevo en chiquihuite, en semejante caserón.
Ha querido rentar la casa donde vivía el brujo, pero nadie dura ahí, que se oye en los patios y dentro de esas casas, pasos, risas; se ven sombras.
Unos dicen que son las almas de tantos difuntos, que ahí andan porque ahí vivieron.
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Hace 5 horas
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