Al paso de los meses, casi ni la veía, menos la trataba con cariño. Ahora Emma hablaba con los ojos y con las manos.
Era muy difícil entender lo que deseaba comunicar. Su amiga Sarita, la auxiliaba en lo más apremiante, y solo ella la comprendía.
Las manos de Emma decían tengo hambre, báñame, también le contaron como en las noches, el reptil que había metido a su casa, se deslizaba insensiblemente entre las dos camitas, y le daba a su esposo, lo que le hacía falta.
Cuando el esposo de Emma se iba a trabajar, Jacinta y Tita vivían solo para ellas.
Un día, Emma con sus manos, le hizo la señal de una cruz, luego le señalo el piso y al ultimo simbolizo el numero tres con los dedos. Mientras en su rostro se le notaba tener la seguridad de lo que estaba afirmando.
Su amiga Sarita le dijo…
¿Cómo? ¡No te entiendo!
Y de nuevo Emma, ahora señalando hacia los cuartos, donde estaban Jacinta, Tita y su esposo platicando, repitió las señales y empezó con desesperación a pedir auxilio.
Sarita comprendió.
Que la querían muerta, bajo tres metros de tierra.
Aquí me contó, Sarita, con tristeza y suspirando, que esa vez salio llorando de esa casa.
-¿Notan porque las paredes de algunas casas no cuentan los secretos a todos los que las ven?, es que se necesita corazón pétreo para no resquebrajarse.
Por favor continúen escuchando a Sarita…
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Hace 6 horas
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