Mi tío duraba largas temporadas para venir.
A veces, mas de 2 años, y nunca escribió una carta a su madre.
Menos a mí.
Riendo, decía, que para qué.
Que las malas noticias volaban, y que si algo le pasaba, pronto lo sabríamos.
Yo lo sentía por su madre, que por las noches, se le iba el sueño, tratando de adivinar, como estaría su hijo ausente.
Llegaba de sus largas desapariciones, haciendo mucha alharaca.
En la madrugada, golpeando con un palo, puertas y ventanas.
En un movimiento envolvente, como diciendo piedras, maderas, laminas, y todo cuanto existe en este lugar, noten que yo ya llegue, que he regresado.
Nos levantábamos sobresaltadas, y con gusto a la vez.
Mi tío, mi tío Urbano.
Que historia nos contaría esta vez.
Como áquella, de una comunidad muy humilde, retirada de toda civilización, situada detrás de una lomita, que estaba situada detrás de otra loma, que ni las frecuencias de radio llegaban a esta zona.
Y el agua, a veces, la tomaban de los charcos que se hacían por las escasas lluvias, que solo ponían un pañuelo en el suelo, para que fuera como un filtro a los insectos, que hubiera en esa agua estancada.
Tan a ras del suelo, estaban esos charcos, que ni un pocillito cabía ahí.
En ese punto, lo quisieron tanto, por ser tan trabajador, aplicado en la enseñanza de las letras, que el personaje principal, le ofreció grandes extensiones de tierra, construirle su casa, regalarle a una hija, esa persona tenia 8 hijas, así que mi tío podría escoger edad, belleza y carácter a su gusto.
Cualquiera aceptaría, por obligarla el padre, y porque un maestro, era idealizado, en algunos lugares apartados del país.
Ese padre de 8 hijas casaderas, y responsable de toda una comunidad, sólo le pedía a mi tío, a cambio de todo lo que le ofrecía…
No se vaya profesor.
No nos deje.
Nadie había durado, lo que usted duró.
Pero mi tío, no quiso aceptar.
Y los de esa comunidad, lloraron, cuando mi tío logró, su traslado a otra comunidad, un poco más cercana, a las grandes poblaciones.
Ya me lo imagino, de acuerdo a sus narraciones, saliendo con una par de mulas, en una iba él, y la otra cargada de parte de sus pertenencias.
De esas mulas, que contaba él, que hasta los cochinos, les daban alcance, y las sobrepasaban.
La mula es parsimoniosa, y si no quiere apurar el paso, aunque la agarren a palos.
Y si se enoja, pues se echa y listo.
Me encanto amiguita, disculap la ausencia estuve de vacaciones obligatorias por salud, pero aqui de nuevo leyendote y recreando con la mente cada tramo como si fuera vivido, besitos y mil cariños.
ResponderEliminarQue estes mucho mejor, cuidate y muchas gracias por tu vuelo multicolor,que alegra este espacio.
ResponderEliminarrecibe un gran abrazo.
Ay Marucha, que entrada tan bonita y entrañable esta en la que nos cuentas las cosas de tu tio Urbano, que desde luego, sí que se hacía notar sí, y no se le convencia facilmente... me hizo recordar tu tio a un maestro mio del instituto que también se llamaba igual, Don Urbano, nos daba clase de historia y era muy pero que muy serio... durísimo aprobar su asignatura, y no digamos sacar un notable o un sobresaliente.
ResponderEliminarUn besote enorme, gordísimo
Excelente texto y bonito blog,
ResponderEliminarha sido un placer pasar por
tu casa,
feliz semana
un abrazo
apm, que de los maestros,tenemos mucho cosas que recordar.
ResponderEliminarRecibe un brazo con mucho cariño.
RMC gracias por tus palabras,recibe un abrazo .
ResponderEliminarEstoy empezando aquí, por que me habre perdido esta historia, tienes tantos rincones que sé donde me encuentro.
ResponderEliminarAhora si, que voy a seguir tus historias.
Un abrazo.
Ambar.
Hola guapa voy a var hasta donde llego, mañana más.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ambar.