Y por tres días en ayunas le daba una cucharada de aceite de oliva, y le sobaba la panza, con aceite de comer, con una pizquita de sal, en forma circular, alrededor del ombligo, en el sentido de las manecillas del reloj.
Luego, en la cama volteado boca abajo, en la espalda, le aplicaba ventosas del siguiente modo:
En una moneda, colocaba un cabito de vela, muy pequeñito, pegado con la misma cera de la velita, al calentarla y hacer que una gotita cayera a la monedita y aun caliente la gotita, le colocaba encima de la moneda el cabito de vela, prendida.
Ya preparada así, se colocaba sobre la espalda de mi tío, y se tenía un vaso de vidrio vacío listo, de boca ancha, para tapar con eso al cabito de vela.
Lentamente, no esperando a que se apague el cabito de vela, se recorre la espalda, o sea se deslizaba, por toda la espalda.
Al consumirse el aire que estaba dentro del vaso de vidrio, empieza a levantarse la piel de la espalda, que es como sacarle el aire que esta provocando los dolores al cuerpo.
Se debe de ser cuidadoso, de no quemar a la persona.
Cuando ya esta casi lleno el vaso de la piel porque se hace como una especie de montañita, rápidamente se zafa el vaso, haciéndolo para un lado, haciendo que entre aire al mismo.
Quedaba la piel del tío rojita.
En una ocasión me dijo mi abuelita, ponme tú las ventosas, ¡aja! Y por poco y la quemo.
Se me cayó la velita dentro del vaso, y por poco y hago abuelita al carbón.
Me pongo nerviosa, y no sirvo para esos remedios.
Después de las ventosas, le aplicaba aceitito, sobándolo, y luego le jalaba el pellejo, que parecían pellizcones, pero no solo agarraba la piel, sino también parte de la carne y la jalaba para arriba, y la piel tronaba a la segunda vez de pellizcones.
También le daba a tomar un té amargo, como de estafiate, o de simonillo, sino de amargozo, todo en ayunas y calientito, y sin azúcar.
Si algo debía el tío, con semejantes tratamientos lo pagaba.
Mi abuelita le daba pichones guisados, ya sea en caldito o frititos, esas aves no tienen casi carne, son bien resecas, pero dicen que son de mucho alimento. Que nutren más que un pollo gordo, que engruesan la sangre.Será verdad o no, pero el tío empezó a recuperarse, ya bromeaba, con una sonrisita cansada, pero sin su mohín de “me las van a pagar y ni cuenta se van a dar”.
Después de un mes de estar reposando, se fue a su casa, a su trabajo.
Siguió viniendo cada dos o tres años, ya sin pelear y solo se estaba unos días, como por compromiso.
Cuando la abuela murió, se dejó venir y en la noche del velorio de su madre, se puso una papalina, que se soltó a llorar a gritos, como si le aullara a la luna, a medio patio.
No entraba a donde estaba el ataúd de su madre.
Con una botella de vino en la mano, hablando solo, lejos de todos sus hermanos y sobrinos, fiel siempre a lo que decía…
Hola Maruchiña, creo haber dejado un comentario, pero no estoy segura de haber salido antes de asegurarme si lo había mandado.
ResponderEliminarEspero que este.
Un abrazo.
Ambar.
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ResponderEliminar*: (=' :') :*
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HOLA MARUCHA, MUY INTERESANTE Y BELLO POST.
EN ESTE SABADO TE DEJO UN GRAN ABRAZO Y HASTA PRONTOOOO
CHRISSSS
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*: (=' :') :*
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Hola Maruchiña, he entrado en todos, pero tengo trabajo extra hoy y quiero adelantarlo, te dejo comentario aqui, para que sepas que no te olvido y sigo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ambar.
Buenos días Marucha, parece que el señor se fue tranquilizando, pero me gustaría saber que es lo que el vino le hacia decir.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ambar.
Hola Maruchiña, volvere a ver que decía tu tio.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ambar.